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Estaban ya en el espacio. Genro iba poniendo la nave a su marcha normal. Terens hubiera sido incapaz de
darse cuenta de ello, pero ve�a las estrellas cruzar r�pidamente el visor mientras los afilados dedos del
yachtman manejaban los controles como si fuesen las teclas de alg�n instrumento musical. Finalmente, el
voluminoso segmento anaranjado de un globo llenó la clara superficie del visor .
-No est� mal -dijo Genro-. Tiene usted la nave en buen estado, Deamone. Es peque�a, pero tiene sus
cualidades.
-Supongo que querr� usted comprobar .su velocidad y su capacidad de salto -dijo Terens cautelosamente-.
Puede hacerlo si quiere, no tengo inconveniente.
-Muy bien -asintió Genro-. �Dónde propone usted que vayamos? �Qu� le parece...? -Vaciló, y por fin dijo-:
Bien..., �por qu� no Sark?
La respiración de Terens se aceleró ligeramente. Lo hab�a esperado. Estaba a punto de creer que viv�a en un
mundo de magia. Era curioso cómo las cosas forzaban sus actos, aun sin darse cuenta de ello. No hubiera sido
dif�cil convencerle de que no eran las �cosas�, sino el destino el que dictaba las jugadas. Su infancia se hab�a
desarrollado en la superstición de que los Nobles se criaban entre los ind�genas y estas cosas son dif�ciles de
dominar. En Sark estaba Rik, COQ su memoria, a la que iba recuperando. El juego no hab�a terminado.
-�Por qu� no, Genro?-dijo con calor.
-A Sark, pues -dijo Genro.
Con el aumento de velocidad el globo de Florina desapareció del campo visual del visor y reaparecieron las
estrellas.
-�Cu�l es su mejor recorrido Sark-Florina? -preguntó Genro.
-Nada que haya batido el r�cord. Un tiempo medio.
-�Entonces lo ha hecho en menos de seis horas?
-En alguna ocasión, s�.
-�Tiene alg�n inconveniente en que pruebe de hacerlo en cinco?
-Ninguno -dijo Terens.
se necesitaron horas para alcanzar un punto suficientemente alejado de la distorsión de la masa estelar del
espacio para hacer posible el salto.
Terens encontraba aquel estado de vigilia una tortura. Aqu�lla era la tercera noche que no hab�a dormido, o muy
poco, y la tensión de los d�as acentuaba la falta de reposo. Genro le miró de soslayo.
-�Por qu� no se duerme?
Terens hizo un esfuerzo por dar una expresión de vivacidad a sus cansados m�sculos faciales.
-No es nada  dijo- Nada...
Bostezaba prodigiosamente y se excusó sonriendo, El yachtman volvió a sus instrumentos y los ojos de Terens
se nublaron de nuevo.
Los asientos de las naves del espacio son cómodos por necesidad. Tienen que proteger a las personas contra
la aceleración. Un hombre que no est� particularmente cansado puede con mucha facilidad quedarse dormido
en ellos. Terens, que hubiera sido capaz de dormir sobre un montón de cristal roto, no se enteró nunca de que
hubiesen pasado la l�nea fronteriza.
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Durmió apacible y profundamente. No se mov�a; no daba m�s signo de vida que su acompasada respiración
cuando le quitaron el casco de la cabeza.
Se despertó lentamente. Durante varios minutos no tuvo la menor noción de dónde se encontraba. Creyó estar
de nuevo en su casa de Edil. La verdadera situación fue apareciendo paulatinamente en su cerebro. Pudo
incluso sonre�r a Genro, que segu�a atento a sus controles, y decirle:
-Me parece que me he quedado dormido.
-Me parece que s�. Aqu� est� Sark -dijo Genro se�alando un amplio creciente blanco en el visor .
-�Cu�ndo aterrizamos?
-Cosa de una hora...
Terens estaba lo bastante despierto ya para observar un cambio de actitud en su compa�ero. Fue para �l una
impresión que lo dejó helado darse cuenta de que el objeto de acero gris que Genro ten�a en la mano resultaba
ser el afilado ca�ón de una pistola-aguja.
-�Qu� diablos...? -dijo Terens poni�ndose de pie.
-!Si�ntese! -dijo Genro lentamente. En la otra mano llevaba un casco craneal.
Terens se llevó la mano a la cabeza y vio que sus dedos sólo agarraban su cabello arenoso.
-S� -dijo Genro-. La cosa est� clara. Eres un ind�gena.
Terens le miraba sin decir nada.
-Sab�a que eras un ind�gena incluso antes de entrar en la nave del pobre Deamone.
Terens ten�a la boca seca como el algodón y le ard�an los ojos. Miraba el diminuto orificio del ca�ón de la
pistolaaguja y esperaba ver salir de �l de un momento a otro un destello silencioso. Hab�a llegado lejos, muy
lejos..., y al final hab�a perdido la partida.
Genro no parec�a tener prisa. Segu�a sosteniendo su pistola-aguja y sus palabras manten�an la misma calma.
-Tu error b�sico, Edil, fue creer que pod�as burlar indefinidamente a una polic�a organizada. Aun as�, habr�as
obrado mucho mejor si no hubieses fijado tu desafortunada elección en Deamone como v�ctima.
-No le eleg�.
-Entonces ll�malo mala suerte. Alstare Deamone estaba en City Park hace unas doce horas esperando a su
mujer. No hab�a otra razón m�s que la sentimental para que se encontrase all� accidentalmente y cada a�o se
encontraban en el mismo lugar el d�a del aniversario de su encuentro. Esta especie de ceremonia entre maridos
y mujeres casados no tiene nada de original, pero a ellos les parec�a importante. Desde luego, Deamone no
pensó jam�s que lo solitario de aquel lugar pudiese hacerle f�cil v�ctima de un crimen. �Qui�n hubiera cre�do
eso en Ciudad Alta? [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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